PENTECOSTÉS IMPULSO ESPIRITUAL LIBERADOR EN AMÉRICA LATINA

07.06.2014 00:00
 
La celebración de Pentecostés, que conmemora la recepción de los apóstoles del Espíritu 
 
Santo, resulta una ocasión especial para discernir los signos de los tiempos actuales. 
 
Desde América Latina y el Caribe, se perciben amplios movimientos de integración solidaria, 
 
en medio de cambios sociales democráticos, con apoyo de movimientos sociales y de 
 
comunidades de base, generadores de instancias como ALBA, UNASUR, PETROCARIBE, 
 
CELAC. Una América Latina y del Caribe que resulta muy diferente a la que se encontraba 
 
hace unos 40 años. Aquella en la cual pareciera fijarse mucho más en los modelos de sus 
 
antiguas bases coloniales, sin percibir su propio rol que jugar en el Cambio de Época actual. 
 
En medio de estas transformaciones, un factor de no poca relevancia representa la dimensión 
 
espiritual, base de la reflexión de la teología de la liberación latinoamericana desde 1971. 
 
Como afirma Gustavo Gutiérrez, quien, luego de tanto tiempo de cuestionamiento, fuera 
 
recibido por el actual papa Francisco el 12.09.2013: “Desde los primeros pasos de la 
 
teología de la liberación la cuestión de la espiritualidad (precisamente el seguimiento de 
 
Jesús) constituyó una profunda preocupación…Es un grave error histórico reducir lo que 
 
sucede hoy entre nosotros a un problema social o político. Esos asuntos están presentes, sin 
 
duda, y urgen respuestas adecuadas. Pero,…Se trata de un proceso global al que no escapa 
 
ninguna dimensión humana,…expresa, en última instancia, la acción salvífica de Dios en 
 
la historia. Todo este mundo en ebullición no puede dejar de cuestionar la manera de ser 
 
cristiano en América Latina y exige un discernimiento político y espiritual…El camino 
 
espiritual ha sido presentado, con frecuencia, como un cultivo de valores individuales en 
 
función de la perfección personal” En ese espiritualismo de evasión (Puebla 826) “Las 
 
notas comunitarias, inherentes a toda vida cristiana, se convierten en formalidades…Una 
 
espiritualidad individualista no está en condiciones de orientar en ese seguimiento a quienes 
 
se hallan embarcados con una aventura comunitaria de liberación”. 
 
Y resurge una espiritualidad liberadora. “El compromiso concreto y eficaz de tantos 
 
cristianos con los más pobres y desheredados, está dejando una huella profunda en la historia 
 
del subcontinente…Las luchas del pueblo pobre por la liberación representan una afirmación 
 
de su derecho a la vida. Desde esta afirmación de la vida los pobres del subcontinente 
 
intentan vivir su fe, reconocer el amor de Dios y proclamar su esperanza…La pobreza 
 
que significa muerte para el pobre no es ya motivo de resignación a las condiciones de la 
 
existencia presente, ni tampoco de desaliento para sus aspiraciones. La irrupción del pobre 
 
en la sociedad e iglesia latinoamericana es el eje de la nueva espiritualidad.” (Gutiérrez G. 
 
Beber en su Propio Pozo. Sígueme Salamanca 1984).
 
En medio de la crisis mundial, la población latinoamericana y caribeña parece celebrar un 
 
nuevo Pentecostés, como impulso para superar dificultades internas, para lograr hacer un 
 
aporte constructivo al mundo con base en su profunda vivencia espiritual.